Por Paula Garcia
Al día de hoy las opciones para conocer a alguien, son muy variadas y hay un abanico de posibilidades para elegir.
Apps de citas, redes sociales, encuentros y eventos presenciales como una nueva forma de interactuar, para los solteros o más tradicionalistas.
Pero sin embargo, a pesar de qué en la actualidad contamos con diversas maneras de relacionarnos, muchas de estas relaciones se han vuelto algo livianas, ya no vienen cargadas de tanto interés genuino o ese interés suele durar un tiempo tan breve, como dura la estimulación “dopamínica” en nosotros.
la hora de contar alguna historia o vínculo en estos tiempos.
Es importante la idea de priorizar nuestro desarrollo personal, metas, sueños y darle una importancia a nuestros propios intereses, ¿Pero cuando fue el momento en qué nos olvidamos del otro?
Podemos comenzar a relacionarnos con alguien sea de la manera que sea, una app, un bar, un curso, y al pasar un par de citas o tal vez a la primera, darnos cuenta que esa persona no “matchea” con nuestro propósito de vida, ¿Pero es necesario desaparecer de la faz del universo sin darle una pequeña y genuina explicación?
Tal vez no siempre las explicaciones son necesarias, cada vínculo es distinto, pero en muchas ocasiones la persona que está del otro lado, también tiene sus expectativas e ilusiones de nosotros y de la relación, y/o futura relación; y a veces ese pequeño discurso genuino, puede ser de ayuda y alivio al saber que la relación no continúa, y el por qué.
No se trata de falsa cordialidad, sino de empatía y responsabilidad afectiva, el poder expresarnos con el otro, sin dejar de lado nuestras maneras de sentir. Y esa sensación de vacío o incertidumbre, que puede surgir al no saber lo que le pasa al otro si implementaríamos el controversial “ghosting”, desaparece, al encontrar más certeza y claridad en una respuesta.
Como decía un profesor mío de teatro: “Somos seres sociales por naturaleza”, y crear nuevos vínculos ya sea en la amistad o en el plano amoroso, es necesario, bonito y excitante. Aunque también sería relevante darle una importancia y una consistencia a estas relaciones, replanteando las ideas de lo efímero, lo instantáneo, lo banal, y lo liviano.
Al conocer a alguien, nuestro corazón palpita con más ganas, nuestras hormonas bailan la danza más hermosa, y nuestras emociones pueden ser más desbordantes, queriendo planear la vida de nuestros sueños con esa persona que empezamos a conocer, ¿Pero este planteo y demostraciones de amor son realmente genuinas o simplemente lo hacemos porque la adrenalina del momento lo vuelve más interesante?
Creo que replantearnos esta idea del amor del siglo XXI podría ser fructífero, si es que en verdad priorizamos los vínculos más reales, perdurables y auténticos.
Capaz a veces, tomarse el tiempo para conocer a una persona, forjar una amistad, una relación, un compromiso, antes de llegar a la cama, parece ser algo “demodé”, anticuado, y hasta aburrido. Un profesor mío de la Licenciatura de Teatro, Alejandro Samek decía: “Es más fácil desnudarse para ir a la cama, que desnudar el alma”.
De esta manera de vivir los vínculos, reflexiona el sociólogo polaco-británico Bauman, donde en sus libros habla de la liquidez de la sociedad y de las
relaciones. Lo líquido no tiene forma, se nos escurre entre las manos, es cambiante, fluctuante, impredecible, entre otras formas de describirlo. Vivir el amor en los tiempos modernos parece ser más un estrés que un placer.
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Puede que la solución a esto sea escucharnos y mirarnos más a los ojos. En varias ocasiones pude presenciar en bares, mesas con parejas “compartiendo” una salida mientras sus miradas estaban puestas en sus pantallas de celulares. Si a eso llamamos cita, sería bueno pensar como nos vemos como sociedad.
A veces tantas variantes de opciones para conocer a alguien, no es una solución, porque creemos que a la primera que no funciona con esa persona, es reemplazable… nadie se vuelve indispensable, porque fácilmente podemos volver a conocer a alguien en esa app, en otra red social o en la vida cotidiana. Capaz, nos cargamos de orgullo e individualismo, no pudiendo conectar con ese alguien.
Muchas veces las verdaderas relaciones y los vínculos más genuinos surgen del compartir con el otro momentos y experiencias, poder abrirse y ofrecer un poco de lo que somos. Lo instantáneo y lo rápido pueda que satisfaga nuestras necesidades más banales, pero deberíamos replantearnos si esa banalidad realmente nos llena o sólo nos deja un vacío más disfrazado de satisfacción superficial y superflua.